Un ejemplo.
El otro día vi una historia de Azariel, nuestro jefe de cocina en Julia Chocolates. Mostraba unas pizzas congeladas con jamón y queso.
Le escribí: “¿Estás vendiendo pizzas?”.
Me dijo que sí, que estaba por mudarse y necesitaba acomodar unos gastos.
Le compré dos. Las trajo congeladas y las guardé en el freezer.
Unos días después, Ceci me dice: “¿Querés que me encargue de la comida?”. Le dije que sí. Le mencioné la pizza en el freezer.
Y su idea de "me encargo" fue... sacar la pizza del freezer y ponerla en la heladera. Nada más.
Ceci cocina poco. Y ese “me encargo” no incluía horno, ni tiempos.
La pizza, claro, no traía instrucciones. No traía ni un papel. Nada.
¿Qué quiero decir con esto?
Que uno piensa el producto que vende desde un lugar. Tu lugar.
Pero el cliente no sos vos. El cliente es otro mundo. Tiene otras urgencias, otros ritmos, otras necesidades.
Y por otro lado, la oportunidad. ¿Cuánta gente necesita resolver una comida sin pensar demasiado? Un montón.
El valor (precio) final siempre tiene relación con la situación que soluciona.
Ese es nuestro trabajo como emprendedores. Resolverle algo a alguien. ¿Qué resolvés vos? ¿A quién se lo resolvés?
Pensalo bien. Ajustalo. Y contame.
PD: Necesitás resolver la comida de la semana, acá tengo opciones.