Desde el primer día tuvimos tres versiones. Una por cada chocolate: blanco, leche, semi amargo.
Pero con el tiempo fue sufriendo modificaciones.
La primera idea que tuvimos fue decorarla con efecto terciopelo.
Una técnica hermosa. Pulverizada, fina, delicada.
Pero tenía un problema: era frágil. Demasiado frágil.
Se nos derretía en la bolsa. Se manchaba.
Era linda para Instagram. No para la vida real.
Entonces probamos otra cosa:
La pintamos como pintamos los bombones.
Y eso cambió todo.
Pudimos estandarizar. Pudimos personalizar colores para eventos.
Y lo más importante: pudimos vender en cantidad
Sin embargo los cambios mas grandes estuvieron en el packaging.
La primer opción fue una bolsita transparente con una tarjetita en la parte superior.
Difícilisimas de envolver.
Aparte de feas, claro. Pero estábamos en la búsqueda.
El segundo paso fue una bolsita doypack transparente.
Con una etiqueta en parte superior.
Que se veía todo, sí.
Y si bien se podía apreciar mejor muchas veces se rompía, se aplastaba, se arruinaba.
Pasó un año y la cambiamos por una caja.
Una por cada tipo de chocolate.
Diseño limpio. Firme.
Y lo más importante segura para transportar.
Hoy vendemos cajas individuales.
De a dos, tres, seis y ocho unidades.
Hasta una lata con fauna marina y una cola de ballena adentro.
En 2024 hicimos 27.500 colas de ballena.
A mano.
Una por una.
¿Y sabés qué?
Todo ese camino empezó con 20 colas.
Y con una búsqueda..
Pensá en esto:
Ningún producto nace terminado.
Ningún negocio nace perfecto.
El producto mejora.
Se ajusta. Se entiende. Se prueba.
Pero tenés que empezar.
Y tenés que seguir.
¿Tenés un producto que cambió mil veces hasta encontrar su forma?
¿O uno que todavía estás tratando de entender?
Contame.
Juan.
PD1: chocolate y dulce de leche no falla.
PD2: aprendés a trabajarlos acá