Quizás para entenderlo mejor deberíamos preguntarnos primero: ¿qué es el lujo?
Tiempo atrás, leí en un libro algunas reflexiones sobre el lujo. Decía algo así como que un producto es considerado lujoso dependiendo de quien le otorgue esa característica. Pongamos un ejemplo: para una persona común, un BMW sería un artículo de lujo. Para alguien que ya tiene un BMW, una Ferrari será lujosa (son solo ejemplos). Para alguien que lucha por comer, un pollo asado puede ser un artículo lujoso; y para quien vive en la calle, tener una ducha con agua caliente a disposición es un lujo.
Podríamos decir entonces, de manera general, que el “lujo” es algo que no se posee, algo de lo que se carece, pero que se puede adquirir o comprar.
Bajo esta premisa, lo único que necesitamos para obtener algo lujoso es dinero.
Quizás sí, quizás no.
Sin embargo creo que muchas veces el lujo es otra cosa.
Es la esencia de un producto. Es despojarlo de todo lo accesorio. Es elaborar un preparación sencilla donde se emplee una materia prima excelente y se aplique la técnica adecuada.
Si a eso le sumamos poder disfrutarlo con una buena compañía y en un ambiente agradable hará que esa preparación se convierta en algo especial, diferente y único.
¿Podemos hacer en nuestros emprendimientos productos de lujo?
Sí, claro. Pienso que ese lujo puede estar dado por lo que marcábamos previamente. Usar buena materia prima, las técnicas de cocción correctas, tener una excelente presentación y un packaging memorable.
El producto debe ser inobjetable, pero me gustaría sumar algo más: Una comunicación acorde. Sin una comunicación será muy difícil llegar al cliente adecuado.
Albóndigas
Las albóndigas de mi abuela Irene eran un verdadero lujo. A mi no me salen igual de ricas pero igualmente te enseño a hacer unas en un reel cortito. Yo las acompañé con puré. Vos con lo que quieras.
Hasta la próxima,
Juan.
